Ser refugio puede ser la clave.
Se te ocurrió alguna vez que podes se tu propio refugio, se te ocurre ¿cómo lo podés hacer? ¿Cómo se sentiría?
Cuando atravesamos días grises, muchos me han dicho que puedo ser refugio. Las personas que elijo como guías, algunas frases que me inspiran, algún maestro en algún libro que he leído me enseñan que puedo ser refugio para mí misma. La verdad, te cuento, que en esos días, los grises, lo recuerdo pero no me sale, nada de eso parece tener fuerza o sentido. Te diría más, parece tener más fuerza en mí todo lo contrario, me dejo sola a la intemperie, me congelo, me quito todo lo que necesito, parece que así me castigo?
¿Te has encontrado alguna vez haciéndote daño, trayéndote imágenes desagradables a la memoria, sosteniendo fantasías catastróficas. Te has escuchado maltratarte, criticarte en cada paso, lanzarte una puteada? Generalmente en esos días, todo esto es lo que nos pasa, están grises y nosotros encerrados.
En esos momentos lo que me hace mal se recrudece, casi como una fuerza que me lleva, me desborda. Una fuerza imparable, automática que me arremolina como un viento fuerte y me empuja contra lo más duro que me habita. Puede llevarme a rincones oscuros, en mis dolores dejarme, en mis heridas abiertas o las cuentas pendientes. Si hubiese rencores los amontona y se agolpan la falta de perdones, me doy mil condenas, juicios que llueven todos juntos y miles de historias que mi mente errante elabora, todo esto me atraviesa así, todo junto. Me duele, me duele y se siente “mucho”.
En esos días grises, fríos, tumultuosos, solitarios me es difícil cobijarme y voy en busca de lo que no tengo o voy donde no hay nadie. En esos días grises es muy difícil recordarme que puedo ser refugio, que puedo cuidarme, darme el calor que necesito. En esos días olvido que soy yo quien puede maternarse. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo ser la adulta cuidadora de mi misma si me pierdo en la nena caprichosa?
Poco a poco voy aprendiendo, por eso hoy te comparto que podemos ser refugio, podemos dejarlo anotado, hacernos un recordatorio que nos acompañe durante esos días y volver de a poco a sentirnos acompañados. Saber que somos varios los que así lo estamos experimentando. Podemos leer algo que nos reconforte, podemos escuchar algún audio que hemos archivado. En esos días podemos volver a la música que valoramos y nos llena el alma. Volver a alguna nota, un recuerdo o una foto que disfrutamos en los días soleados, que nos saque una sonrisa y nos calme sintiendo que podemos volver a ser refugio. Quizá también podemos refugiar a alguien y así refugiarnos.
Ser refugio es mirarme con buenos ojos, es cuidar de mi cuerpo, de mi cansancio, de mis caprichos. Ser refugio es invitarme a volver a algo dulce que me nutra y me abrace. Es hablarme con palabras más suaves.
Para llegar a mi refugio puedo dejar pistas, como las miguitas de Hasel y Gretel, puedo dejarme señuelos en los momentos lúcidos y amables.
Para ser refugio de mi misma puedo grabarme audios que me guíen de vuelta, quiza lo que me dije después de un aprendizaje conciente, puedo dejarme escritos que me recuerden el aspecto más potente que mi ser contiene, puedo dibujarme sonrisas en algunos rincones. Para ser refugio puedo darme instrucciones dulces de algún paso a paso con el que salí de otros días grises que tuve, así ir recordando que puedo. Traerlo al cuerpo y materializarlo.
Entonces cuando se nuble, cuando vea que las nubes me cubren, que algo se está sintiendo destemplado puedo prestar atención y elegir detenerme, puedo concentrarme en rescatarme, observando el gris y refugiarme.
Refugiarme es hacerme presente y elegir cuidarme, prestar plena atención a todo lo que acontece, lo que siento y los recursos que tengo y dejé preparados para cuando llegue este momento. Ser refugio es volver a mí, a lo que duele, a mis quejas, a mis anhelos, es cuidar de todos mis aspectos.
A ser refugio se aprende. Se aprende a mirarme entero, a integrar todas mis partes.
A poder con los días grises al tiempo que me voy cuidando se aprende.
Siempre se aprende de esto y esa es la clave.
Analía Binetti